Filosofía

LA ACTUALIDAD DE LA RELIGIÓN (III)

Entiendo por Sistema la idea no materializable, no totalizable, de la suma de estructuras sociales: económicas, técnicas, científicas, ideológicas, éticas, artísticas… La actualidad de la religión.

La actualidad de la religión

El Sistema que es esencialmente totalitario (en el sentido de su tendencia a la totalización completa), tiende a ser planetario, a universalizarse, mas para su absolutización encuentra en última instancia el escollo de lo trascendental, el punto primero, “originario”, “religioso” de lo humano en cuanto humano.

El sistema lo fascina al hombre, lo encandila, lo enajena, lo subyuga, pero su problema es que “para el total triunfo de la Máquina ésta debe llegar a suprimir al propio “hombre”.

Es una tarea ardua, difícil, tal vez imposible: hacer que el hombre piense, ame, desee, imagine, recuerde, sólo las imágenes, los recuerdos que le da la Máquina; vale decir que el éxito del Sistema sería el no-hombre, una máquina-hombre, un mundo muerto cubriendo el mundo vivo como una réplica espectral.

La máquina-hombre será el hombre pero sin el hombre. Pienso que podrá amar, pensar, imaginar, pero… digamos, sin religión, sin campo trascendental, sin la chispa de la Cábala, sin “alma” digamos.

¿Podría ser este el destino? ¿Habría posibilidad de resistencia? ¿Cuál sería el fundamento de una resistencia?

Frente a esta situación la pregunta decisiva es ética, yo hablaría de una ética de la resistencia: de resistencias puntuales, determinadas, sucesivas, en extensión (desde la ecología hasta la música…) y en intensidad.

Se trata a mi juicio de la verdadera lucha que hace a lo esencial del hombre, y a lo esencial de la tierra y del mundo. En esta constelación, la “política” pierde su hegemonía.

El centro pasa a ser el ser-humano en toda su complejidad material y espiritual, quiero decir: cada mujer, cada hombre, cada niño o viejo, se convierten en lo que ya son, hacen acto del propio ser, se vuelven para sí mismos, milagros absolutos.

Que la política pierda la hegemonía, no significa que desaparezca, sino tal vez lo contrario, que llegue a ser uno de los grande focos de resistencia al sistema, pero esta grandeza dependerá de la conciencia de la centralidad humana, del sentido último del Sistema, del diálogo con todos los otros lugares de resistencia.

El campo de la lucha pasa en un sentido esencial de los partidos políticos, de la Cámara de Diputados y Senadores, al espíritu de los seres humanos como lugar de síntesis de lo múltiple.

Esta no es una negación de los partidos políticos ni de las luchas sociales, económicas, educacionales, de salud, vivienda, tierra, etc., sino un reacomodo de, digamos, los múltiples y descentrados paradigmas de la acción. Y no creo que esta sea una utopía, más bien es una visión de lo que está sucediendo ante nuestros ojos.

Existen infinidad de modos de resistencia, pero cada modo de resistencia tendría que estar abierto al menos a dos cosas: al reconocimiento de los otros modos de resistencia y al intento de un ascenso en la toma de conciencia de sí, del otro y del mundo.

La resistencia, además de resistir una violencia determinada, implica un arrancarse o separarse de las formas más sofisticadas de aprehensión, separarse de su aterradora vida, de su insistente y constante maldad, de su “tentación”, de las maneras suaves de dominación y exterminio “espiritual”.

Porque existe el exterminio físico de las guerras y las infinitas violencias militares y policiales, y existe el exterminio espiritual-suave, la imposición de modos de ser, de ver, de tocar, de relacionarse, de amar, (el modo de ser “americano”: por un lado las bellas almas, el confort, los viajes, los goces de la vida –como se dice-, y por el otro las armas de uso masivo, la xenofobia, el machismo o el feminismo como violencia, la estupidez generalizada, la globalización de las ideologías, etc.): este exterminio es tan peligroso como el primero.

La actualidad de la religión

Leer también:

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