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El 99% de la literatura industrial es basura

En mis tiempos los niños no eran los clientes de la sociedad de consumo. Es decir yo usaba la ropa que dejaban mis hermanos, comía lo mismo que mis padres a la misma hora, íbamos de vacaciones al mismo lugar todos juntos. Es decir, solo los adultos eran clientes de la sociedad de consumo. La literatura industrial es basura.

La literatura industrial es basura.

Hoy los niños son clientes completos como los adultos de la sociedad comercial. Tienen teléfonos, ropas, alimentos, distracciones en particular. Desde niños tienen la tv en el cuarto que los bombardea con publicidades que se dirigen a sus deseos.

Deseos, que entran en conflictos con sus necesidades que se vuelven elementales, esenciales y no los son, son deseos superficiales. Las necesidades esenciales son de otra naturaleza: aprender a leer, a escribir, a comprender, a contar. Lo que caracteriza a la escuela contemporánea es ese conflicto entre necesidades y deseos.

Y la pedagogía, ¿es un territorio de maestros o los padres también deben ser pedagogos?

– Los padres hacen lo que pueden en materia de pedagogía. Freud decía a los padres: “Hagan lo que quieran, siempre lo harán mal”. Porque la relación entre padre e hijo, entre madre e hijo es demasiado implicada, empática, para ser pedagógicamente eficaz. En pedagogía es necesaria cierta indiferencia.

– ¿Es usted un buen lector?

– Un leedor, mantengo una relación intelectual con lo que leo que puedo cuestionar. Por supuesto el libro me acompaña intelectualmente es decir, que mi lectura no está estrechamente limitada a lo emocional. El lector limita su lectura a un conjunto de emociones: la distracción, la risa…

– Solo en Argentina se editan cerca de doscientos títulos mensuales. ¿No le genera cierta angustia saber que se edita tanto y que se puede leer tan poco?

– No hay que tener miedo, porque eso solo produce malos reflejos. Hay que categorizar. Hay muchos libros, sí, pero muchos no lo son.  Habría que ver cuántos o cuáles de esos doscientos son libros.

Excluís todos los que son artículos de diarios inflados, biografías de imbéciles que consideran que su vida es importante porque la televisión les dio el carnet de Andy Warhol, no los leés. Luego están los libros de circunstancia sobre un acontecimiento en particular, y eso suma el ochenta por ciento de lo publicado.

Quedarán una veintena de libros que serán novelas, ensayos importantes que permitan aclarar la actualidad, etc. El resto es basura.

– ¿Usted tira los libros?

– ¡Claro!

– ¿Por qué?

– Porque son malos. La edición se convirtió en una industria. Antes era un artesanado.  El 99% de lo que produce la literatura industrial es basura. Literatura y asuntos sentimentales estereotipados. Eso se tira.

– ¿Son necesarios los rituales para leer?

– Creo en la fisiología del lector. En el acto de leer hay algo físicamente delicioso. El momento en el que uno toma el libro y va al sillón; asociado al placer del texto está la posición del cuerpo en un sillón.

Creemos que nos sentimos solos con la lectura, pero en realidad, nos metemos en la escena. Es una especie de acto teatral íntimo.  Uno pone la lectura en escena y nadie lo sabe, solo nosotros. Los demás ven leer, solo eso.  Pero si hacemos el esfuerzo de descomponer ese acto, percibimos que hay una puesta en escena de la intimidad del lector con el libro.

Revista Ñ – 30.6.2012

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