Filosofía

TRAS LA LUZ DE LA CONCIENCIA

Tras la luz de la conciencia.

Desde hace ya un cierto tiempo, parte de la humanidad occidental considera como algo natural que la existencia se encuentre privada de cualquier verdadero significado. Ello tiene como contrapartida una vida más reducida, informe, lábil.

Este empobrecimiento trae como consecuencia la progresiva dependencia del ser humano respecto de las cosas, su propia dispersión.

Esta situación es el resultado de un lento proceso, que muestra la historia del pensamiento, en el que el hombre fue perdiendo de vista la unidad última del universo, donde sólo ve cosas inanimadas o materia informe.

Como tan lúcidamente escribe María Zambrano, es a partir del pensamiento cartesiano que la conciencia ganó en claridad y nitidez y al henchirse fue apoderándose de todo el hombre y lo que iba quedando fuera no eran cosas, sino la realidad oscura y múltiple.

El hombre se fue tornanado en simple soporte del conocimiento racional, con todo lo que esto conlleva de extraordinario, pero la realidad en torno se iba estrechando cada vez más; a medida que el sujeto se ampliaba, la realidad se empequeñecía modificando la relación del hombre como criatura viva en el universo, con todas las especies de la realidad, de lo que es y de lo que no es.

El pensar es actualidad, capta el ser y deja fuera lo que es a medias, lo que es y no es, lo que no puede entrar bajo el principio de contradicción.

Esto quiere decir que aquello que hay y no es, en cuanto que de algún modo afecte nuestra vida, no tendrá ante nuestros ojos existencia.

Este reino, el de la realidad sin ser, es el reino del sentido que, cuando aparece, nos sorprende con su misterio, dejándonos sin palabras. Se trata de una experiencia cualitativa, significativa que escapa al logos, que no puede ser transformada en conceptos. Experiencia sensible, irreductible a razones pero que de alguna manera se refleja en la vida.

La razón, por naturaleza, tiende a anular el misterio, lo desconocido, reduciendo la cualidad pura y simple a lo mensurable.

Esta situación del hombre moderno, creyente en la razón discursiva como único medio de relacionarse con la realidad, se ve en la vida asechado por cosas que no lo son, que aparecen inconexas, por ese mundo que el arte logra de algún modo apresar: el mundo de la fantasía.

Occidente privilegió las dos fuentes aristotélicas de su saber: la experiencia (la empiria) perceptiva, luego el concepto y su lógica, primero silogística más tarde matemática, no dejando lugar a la imaginación creadora, denostando su valor como fuente de conocimiento y comprensión.

El hombre, como plantea Zambrano, quedó así desarmado ante una realidad extraña, irreductible, pues hay algo en la vida humana insobornable ante cualquier ensueño de la razón: la vida en sí misma, múltiple, heterogénea, discordante, diversa; el tiempo, la muerte, todo lo que de un modo u otro está en otro plano que el de la lúcida conciencia, el plano de lo que no se puede saber, de lo “otro”.

La vida humana, apetencia inextinguible de unidad, está rodeada de alteridad, lindando con lo “otro”.

¿Podrá la razón humana hablar de todo eso?

Por Lic. Susana G. Stacco
Bibliografía:

Durand, G. “Mitos y Sociedades” Ed. Biblos. Bs.As. 2.005.

Guénon R. “El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos” Ed. Paidós Orientalia. Madrid 1.997.

Pinkler, L. “La época de la muerte de Dios” en “La religión en la época de la muerte de Dios” Ed. Biblos. Buenos Aires 2.005.

Zambrano, M. “El Hombre y lo Divino” Ed. Fondo de Cultura Económica. México 2.005.

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