Resentir
Abandono el vínculo externo para volcarme al indulto de los pecados. Para dar comienzo al discurso en la oscuridad de mi alma, susurrando en la soledad con el cuerpo, en el silencio que la respiración interrumpe. Penetro la realidad y dejo de pelear por el alma. Abrazo al hombre religioso que es capaz de dialogar con la mente. Al encuentro místico cuyas sensaciones del inconsciente, recuerdan vidas pasadas, vidas ajenas al borde de la crisis en el segmento más oscuro de este mundo invisible a los ojos extraños. Para nada me sirve despertarme en medio de la oscuridad para comprender porqué la luz al final del túnel me recuerda el susurro que se acerca para meditar, que me atrapa y no me deja comprender que la brisa salvaje que me envuelve, me devuelve a la merced de lo divino.
Por Martin Guida gmartin049@gmail.com Leer también: El hombre religioso